Estás completamente desnuda, tumbada en la
cama y me echas de menos; echas de menos mis manos, el tacto de mis dedos, mi
olor, como te hacía sentir, como te hacías sentir el amor; no paras de pensar
en mí, en mi pelo negro ya canoso, en mis ojos oscuros y enigmáticos, en mi
cuerpo de macho maduro y en mi rostro muy cercano al tuyo. Te sientes atrapada
en mi mundo, en la manera que tengo de ser, extraño, distinto, ajeno, nunca habías
conocido a nadie así, te embriagas de mí; recuerdas cada caricia, cada palabra,
recuerdas el sabor de mi boca, por eso estas llena de deseo y vas acercando tus
manos a tu sexo; a tu caliente, ardiente y húmeda vulva. Vas por tus piernas,
subiendo despacio, suavemente te empiezas a tocar con los dedos con una
sensación de libertad absoluta, con el poder de recordarme como hubieras
deseado que yo fuera. Colocas tu dedo índice en la parte superior del clítoris
y haces pequeños círculos en él para comenzar a lubricarte, aumentas la
presión, continúas frotándote, continúas amándote como solamente yo sabía
hacerlo, haciendo una lectura minuciosa de toda tu piel con las yemas de mis
dedos; suavemente hurgas en tu vulva pensando en mí y no puedes evitar excitarte
más y más con el leve chapoteo que produce tu mano al frotar el anegamiento de tu
sexo. Por tu mente pasan las lúbricas imágenes de nuestras cópulas y juegos
carnales; te acuerdas de todas y cada una de las veces que hemos intimado,
orgasmado y eyaculado ansiando llegar al final de nuestra pasión para calmar
nuestra sed de sexo, nuestra sed de deseo. Piensas si te viera ahora ahí en tu
lecho, nuestro lecho, totalmente desnuda, restregándote la vulva totalmente
lubricada, deseándome, deseando mi miembro; te acuerdas de su sabor y de su
textura, de su aroma sexual inolvidable. Te gustaba mucho comerte mi verga,
saborearla, beber de ella, hacerme vaciar en ti, ver mi cara de desaforado
placer, verme gozar con cada lengüetazo, ver como disfrutaba con el calor y la
saliva que tu boca me brindaba. Te vas excitando más y más, ahora, muy despacio
metes un dedo en tu vulva, un dedo que mueves a placer dentro de ti, estas
disfrutando con cada movimiento, con cada sensación como si yo estuviera ahí. Recuerdas
como te gustaba rodear mi miembro con tu mano y apretarlo con suavidad mientras
me pajeabas dándome el placer que tanto me gustaba. Tus movimientos eran cada
vez más enérgicos estimulando todo el tronco de mi pene. Cuando sentías mis
estremecimientos un poco antes de eyacular ya sabías que no debías detenerte y
seguías masturbándome incluso después de derramar mi semen, haciéndome sentir
ese goce egoísta que me inundaba de placer y de voluptuosa felicidad. Te tengo
atrapada, y ahora te chupas el dedo del corazón de tu mano izquierda mientras
recuerdas todo esto, mojas tus dedos con la saliva de tu boca y te la restriegas
por toda la vulva, por tu clítoris sensible, lo tienes excitado; sientes la
saliva que acaban de traer tus dedos de tu cálida boca y con ella haces dibujos
alrededor, moviéndolo suavemente, dándote placer; separas el dedo poco a poco y
un tímido hilillo de saliva y fluido vaginal se estira y se estira hasta que ya
no puede más y se acaba partiendo cuando la separación entre tu dedo y tu
clítoris es total. Tu sexo no puede aguantar mucho más y desearías que fuese mi
miembro erecto y duro el que te liberara de esa prisión en la que te tengo
atrapada. Desearías sentir mi esperma saltar al vacío que hay en el interior de
tu ser. Cuantas veces quise eyacular dentro de ti y cuantas veces me lo permitiste.
A todo esto, abres tus ojos y ya no puedes contenerte más, así que orgasmas
sola en tu cama, una cama vacía sin mí que nota mi ausencia, una ausencia que te
atormenta; una cama en la que acabas apretando las sabanas con tu mano, con
fuerza, como si fuese mi cuerpo, esa suavidad misteriosa de mi espalda, no
dejándome salir de ti hasta que te haya entregado mi regalo más preciado, todo mi
semen. Solamente hay un lugar para mi semen y ese lugar es dentro de ti. Recuperada
del orgasmo al que acabas de llegar crees ver mi cara en los pliegues
desordenados el lecho, piensas cuánto tiempo ha pasado desde que estuvimos allí,
me ves igual que antes porque sigo siendo la persona que tu quieres. Has estado
guardando unas últimas palabras para un último milagro, pero ahora no está
segura, no puedes salvarme porque yo no te dejo, yo solamente te atrapo como
nunca has sido atrapada. Nada más.
lunes, 14 de julio de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario