No me dejes sin tus caricias ahora que eres
vértigo en mi lengua y en todas las cosas, las de este mundo y las del otro.
Aunque el mar sea ola de rostros ajados y la arena el vientre de la hembra
intocable. Vuelves a mi cuerpo. Las caricias, de pronto, nos han agitado y eres
el centro del éxtasis. Palpo, huelo tu piel sudorosa. Ese temblor es algo nuevo
para ti. Te sometes a mis manos, a mi boca, a mi cuerpo. Es la noche anterior,
nada después ha sucedido. Llueve dentro de ti. Cae la lluvia sobre los árboles,
sobre los techos, sobre el asfalto, sobre mi cuerpo caliente. Tú misma eres la
lluvia adentro de la noche, adentro de la ciudad y sus espejos. Siente mi mano,
tómala y hazme recorrerte de oriente a occidente de tus ansiedades, musitar tu
nombre mágico, recitarte una a una las sensaciones que movilizas más abajo,
donde reverberan mis elocuencias de macho insensato. O no, mejor no, yo te
recorreré a mi antojo, y mi antojo solo sabe reconocer la piel en longitudes, de
norte a sur, de sur a norte. Lo saben mis manos, lo saben cada una de las yemas
de mis dedos, lo sabe mi boca desde cada beso hecho lengüeteo saboreo degustación.
Y lo sabe tu flor humedecida y alterada, mientras cual amazonas montas la
cúspide de mis ganas. De norte a sur, y comienzo por tu norte y desciendo en un
revoloteo de manos y boca sedienta, hasta tú sabes donde. Más luego asciendo
hasta que congenian a la perfección tu concavidad y mi protuberancia, tu magia
y mi derrotero, y la piel se nos aglomera en tibias humedades. Ahora es otro el
instante que traigo, yo entrando en ti y estallándome los sentidos mientras te
beso y las elocuencias de mis deseos se hacen gritos y jadeos y tus verdades se
te aceleran en el pecho, mientras en tus cadencias y golpeteos en ese sitio
desde donde te hago mas viva, embisten mi osadía, con timidez o mi descaro. Mi
virilidad erguida te apabulla, te delira, tus manos lo acarician, lo masturban,
siento como se engrosa con tus estimulaciones. Unas pequeñas gotas de jugo
preseminal hacen de lubricante, tus dedos se resbalan, mi pene late y tu boca
se desespera. Tus labios bajan, tu lengua lo explora, lo seduce, lo incita, lo
recorre, lo saborea, y poco a poco se va perdiendo en tu boca. Entra profundo,
late en tu garganta, roza tu paladar, te atragantas, haces arcadas y me
retuerces de placer. No dejo de mirar, gozo exacerbado viendo como llenas tu
boca con mi miembro lujurioso. Lo saco y lo manipulo enérgico contra tus
labios, doy pequeños golpecitos sobre tu boca abierta. Comienzan a caer
hilos de saliva, no los dejo caer, los
levanto con mi glande y los desparramo por todo tu rostro. Ya no te aguantas,
lo quieres tener dentro de tu ser. Me miras, me besas, me sonríes picara, lo
tomas con ambas manos, sosteniendo mi mirada, apoyas la punta del pene en tus
labios vaginales, están empapados, hambrientos, deseosos de recibirme. Empujo
suave, sin prisa, muerdes tus labios, disfrutas silenciosa. Entregas el mando, te
dejas llevar. Comienzo a deslizarme hacia adentro de tu vulva. Sientes como
entra cada centímetro de mi hombría que como una estaca va penetrando sin
tregua tu cuerpo jadeante. Mis manos aferradas a tus nalgas hacen presión en
cada embestida, arrancando tus gemidos más profundos, sostengo tu cuerpo que no
deja de vibrar. Mis jadeos se mezclan con los tuyos, el olor a sexo nos
envuelve, mis piernas tiemblan, tu cara se transforma. Estallamos de placer, tu
orgasmo y mi eyaculación se engarzan sobre la consumación final de la cópula. Te
beso, te miro, te digo cuanto te amo. Me quedo inmóvil dentro de tu cuerpo, lo
disfruto, lo disfrutas, sabiéndonos el uno del otro nos quedamos dormidos hasta
el imposible amanecer.
Cómplices involuntarias: Nadia Contreras, Carolina
Farfán, Ayelén Carrara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario