domingo, 27 de julio de 2014

CONCUSPISCENCIA


Él recostado en el lecho, desnudo, ya erecto, masajea lentamente su verga, con desparpajo y exhibicionismo machista. Ella semidesnuda, solo con el sostén, se pasea frente a él, camina de un lado al otro alrededor de la cama, su mano sobre su vulva masturbándose, a veces gira sobre si misma exhibiendo sus amplios glúteos, arquea su espalda para hacerlos sobresalir orgullosa de sus combas, otras veces se detiene y con ambas manos abre su sexo mostrándoselo con vulgar descaro, con grosera desvergüenza. Él comienza a masturbarse, primero con lenta parsimonia, disfrutando la densa sexualidad que fluye entre ellos aun sin tocarse, luego de manera más intensa, más gozadora, mira esa pálida desnudez marmórea y siente el roce voluptuoso de su propia mano afanada en el sensual frotamiento de su falo. En el cuarto hay aire bochornoso y húmedo, una densidad lúbrica como un vaho que arde en la piel, un vapor que impregna los sentidos, un relente de sudores e íntimos licores escurridos que agitan oscuros instintos carnales. La observa con morbo, con la viciosa mirada de pervertido mirón, con los ojos lujuriosos del voyerista que sabe donde y como mirar, ese pliegue otoñal, esa curva mullida, esa concavidad mórbida, esa convexidad oculta, la cadencia de la carne en movimiento, suelta y excitante. La luz juega en los cuerpos expuestos al depravado exhibicionismo y al insaciado escrutinio, resalta rincones u ondulaciones, elevaciones y sobrepesos, suaviza las huellas de los años y recupera perdidas tersuras. La ceremonia continua, repetida hasta la propicia saturación al borde del empapamiento. Entonces ella se tiende sobre el lecho con sus piernas abiertas, su vulva congestionada, masturbándose con desesperación. Él se levanta y se acerca a ella, su mano acelera el frote de su miembro hasta que eyacula entre quejidos y palabras soeces, los chijetes de semen caliente caen sobre el cuerpo de ella que se retuerce en sus espasmos orgásmicos. Se miran en silencio, él de pie y ella tendida cruzada sobre la cama. Él se monta a horcajadas sobre ella y deja caer la última gota de semen en breve cuenco de su ombligo. Ambos sonríen.


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