Puedo imaginarte, amanecida con poca luz, el
mundo aun duerme, tú ahí en penumbras, calladita, con las piernas apretaditas,
quizás tus dedos jugueteando con breves y tímidos movimientos en tu vulva
sensibilizada por eróticas visiones imaginadas desde las ardientes
profundidades de los deseos de tu cuerpo, estremecida por un orgasmo chiquitito,
talvez inesperado, súbito, tu respiración agitada pero controlada para que
nadie despierte y te sorprenda en la impúdica clandestinidad del pecado solitario.
La luz apagada, la imaginación vertida, convenciéndote a ti misma que si los
deseos se despiertan solos no es malo, aunque sabes que tampoco lo son si los
buscas, los incitas, los enciendes por voluntad propia buscando la salida al
torrente que se va derramando por tu cuerpo vivo y vigente. Puedo imaginar tus
muslos, sus pequitas, su cálida suavidad sensual, su tersura densa, excitante,
imaginarlos muy juntos, quemándose el uno en el otro, moviéndose lenta pero
intensamente, restregándose entre si, la vulva urgida en ese oleaje breve,
sutil, lánguido, arrastrada en ese roce mínimo, humedeciéndose escondida, como
avergonzada, pero deleitándose en esas estrechas estimulaciones de sus pétalos
carnales. Puedo ver en las penumbras silenciosas tu rostro contraído por el
breve goce, tus ojos cerrados atrapando las visiones de una cópula imaginaria
florecida de besos, tu boca entreabierta ansiando otros labios que los
perviertan calladitos en la misma poca luz de tu ahora, tu lengua relamiendo
tus labios untados en otra saliva que no es la tuya. Imaginas, sueñas, sientes,
gozas extraviada en ese pequeño orgasmo mañanero.
martes, 15 de julio de 2014
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