sábado, 19 de julio de 2014

ESCOTADA ENHORABUENA


En la tarde soleada estaba la risa espontánea, la soledad voluntaria en los ojos de obsidianas venidas de ese sur lejano de lluvias y agreste, la polera negra de escote en U y ahí acechando estaba el canalillo entre sus grandes pechos morenos comprimidos apretados alzados y soberbios, con aquel plateado colgante inserto que me iba sumiendo en un sueño voraz adivinando esa tibieza traspasada al metal envidiado, tan cerca que podía sentir el calor de esa piel turgente, devorar imaginando esa tetamenta majestuosa, sumergirme en su amplia consistencia mórbida, desaparecer de ese aquí y de ese ahora arrebatado por un éxtasis señaladamente obsceno. Mis manos hambrientas bajo los estragos del delirio de acariciar encopar tocar apretar rozar por último con la yema del dedo esa tersura mullida, esa blandura incestuosa, esos frutos maduros y prominentes, sureños y nativos, hechos de fecundas harinas ancestrales. La tersa hendedura de su busto encendiendo el desvarío estremecido del macho niño tentado por la sublime incitación de sus tetas imponentes. Y los ojos clavados encandilados en el contraste de la pálida piel morena desnuda y el hondo negro opaco de la tela como una noche sin luna, en el surco tierno entre los abultados senos matriarcales, me iba embriagando de la necesidad perentoria de hundir ahí mi nariz mi boca mis labios, oler el aroma de hembra pura y rebelde, gozar el vértigo del abismo de la libidinosa perdición en las delicias inalcanzables de un paraíso imposible. La soleada tarde no sucedía empantanada en ese ámbito de su tenue sensualidad indiferente, en místicas divagaciones por la espesura de los instintos, en la naturaleza esencial de su sexualidad surgente, provocativa, salvaje, y a la vez inocente o quizá ingenua.


No hay comentarios: