“ya habrás comprendido el significado de todas las Ítacas.” Ítaca.
Constantinos Cavafis
Derramo mi denso líquido lunar en
la húmeda cavidad solar de tu pubis, oblicuo sobre tu cuerpo en su desnudez de
luz y sombra. Extiendo mi deseo beso a beso en los áridos pedregosos de tu
espalda, en tus muslos basálticos, en los territorios de tu vientre, en su
porción de lujuria y su condición de flor recipiente. Me vierto en derrames,
quemando tus pechos, tus pezones, fluyo por el declive que lleva a tu sexo, por
el valle que baja hacia la cañada del esparcido desespero. Orgánico y batiente,
por puerta o ventana entraré por ti en el filo de la medianoche, con tu reflejo
en los ojos, y las manos angostas con tierra y agua para sembrarte en el
silencio, oculto, subdividido en fragmentos para que alguien no sepa que me voy
derramando en ti. Copulamos en la tibia ceguera del nocturno, nos apareamos
como salvajes siluetas en las viscosas penumbras, fornicamos en pecado
concibiendo los paraísos detrás del muro de la madrugada, inconclusos y
eternos, ayuntados en el sueño de besarnos solitarios tomados de las manos en
un parque de fuentes, estanques y estatuas. Te cubro lobo macho con tu boca
mordiendo la almohada mientras la opacidad del insomnio nos derrama en su
lúbrico brebaje. De cauce y vertiente, de lamidos y succiones, se desata la
albura en tus sábanas, de sudorosas trabaduras y tiernos entreveros por la
secreta infidelidad de escarabajo y libélula. Rebosa en mi copa el vino dulce
de tu vendimia, se desborda y se vierte, derramado.
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