Estoy en el baño con la espalda apoyada en la
puerta, completamente desnudo, tú al otro lado, en el dormitorio, sentada en un
pequeño taburete con la espalda también contra la puerta, también desnuda. Siento
el peso de tu cuerpo contra la puerta, escucho el roce de tu piel cada vez que
te mueves. Puedo imaginarte sentada, abierta de piernas, con la vulva abierta y
ya lubricada por su propia humedad. Me conoces, sabes cómo me excita oírte
jadear y lo haces acompañando cada exhalación con un breve movimiento de tus
caderas; movimiento que traspasa la puerta y siento nítido en mi espalda. Conoces
la anatomía de mi pene mejor que yo mismo. Lo has mamado, frotado, masturbado y
mordisqueado. Has jugado con él de muchas maneras. Lo has mirado desde todos
los ángulos posibles y has probado el sabor de sus jugos en incontables
ocasiones. Te has acostumbrado a su forma y a sus curvas, has recorrido con tu
lengua cada pliegue y cada vena de su tronco y has disfrutado de su grosor
dentro de tu cuerpo. Lo deseas. Escuchas cómo me lo estoy frotando. Oyes
perfectamente mis jadeos mientras me masturbo. Deseas ser tú quien esté
masturbándome. Quieres que mis dedos sean los tuyos. Quieres volver a sentir el
fuego líquido que desprende mi verga en tu mano, en tu boca, en tu vagina. Deseas
que te penetre. Quieres sentir mi miembro, mis manos, mi cuerpo. Quieres el
contacto directo de nuestras pieles, húmedas y ardientes. Quiero penetrarte. No
aguanto más. Te deseo con cada célula de mi cuerpo. Quiero abrazarte, besarte
la boca, estrujar tus pechos y meter mi pene dentro de tu cuerpo. Quiero
embestirte con mi verga, separarte los muslos, comerte la lengua, saborear tu
aliento en mi boca y gritar de placer dentro de tu garganta. Sé que estás
masturbándote pensando en mí, deseando lo mismo que yo. A través de la puerta
te oigo suspirar mi nombre entre jadeos. No lo soporto más y me giro. Apoyo
todo mi cuerpo contra la puerta apretando mi pene contra ella, aprisionándolo
con mi vientre, jadeando directamente contra la puerta, frotando y restregando
el miembro en la puerta. Gritas despacio como en un largo aullido sexual. Sabes que tienes el objeto de
tu deseo a un centímetro de distancia, puedes escuchar el roce que hace el bulto
hinchado y endurecido de mi verga contra la puerta, escuchar los gemidos que
salen de mi garganta y el traqueteo de la puerta. Eyaculo ahí mismo, con mi
verga contra la puerta y en medio de un infinito goce, los chijetes de semen
escurren verticales por la puerta. De repente dejo de notar el peso de tu
cuerpo sobre la puerta. Te has apartado de ella. Es la señal. Sé que has gozado
junto conmigo un orgasmo solitario.
martes, 22 de julio de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario